domingo, 5 de diciembre de 2010

MIAMI BLUES (Anthony Daimiel)


Tras una nueva derrota de los Miami Heat en Dallas la situación en la franquicia del sur de Florida parece coger forma de grieta, de parálisis, de hernia estrangulada. Un record de nueve victorias y ocho derrotas para Wade, LeBron y Bosh es un salpicón de alarmas, algo más que un aviso o un toque de atención. Sucumben una vez tras otra contra equipos con records ganadores y se han molestado incluso en forzar un gabinete de crisis en forma de reunión exclusiva de jugadores en el vestuario de Dallas tras la derrota. Miami Heat es una muestra real del adn equivocado, un sofá caro de piel que destiñe. Equipos con un comienzo desastroso de temporada, caso de Denver o Atlanta, están mejor que Miami.
Seamos claros, el problema es LeBron James. Viendo el partido de Dallas me di cuenta de que LeBron y Wade ya no se miran igual, ya no se sonríen. Sus ojos se evitan mutuamente, igual que sus pases. Cada ataque de los Heat debe decidir a medias con el destino si es cosa del número 6 o del número 3. Wade ya estaba allí y a las malas se pone a hacer las cosas que ya hacía el año pasado, como si LeBron no estuviera. Pero King James es nuevo y está preso del deber de la introducción, del decoro del recién llegado. Es él el que debe ajustar. Y no hay ajuste posible para LeBron que tomar el balón quince segundos y decidir. Es lo que ha hecho toda la vida. Podría haber otro (jugar de ala-pívot) pero eso desactivaría a Chris Bosh. El modelo del LeBron de los Cavaliers es complicado porque en ese supuesto Wade no la olería. Al final LeBron pasa fases amplias en los partidos vestido de alero común y esa es su perdición. Por eso lanza cuatro triples por partido cuando sólo mete uno de cada cuatro. Y pierde cuatro balones por partido porque está empeñado en involucrar a los demás, en saludar y ser educado al entrar en una casa que no es la suya. No sabe cuánto ni cuándo mandar.
Basta saber cuánto tiempo van a soportar Wade y LeBron, cada uno por su lado, el peso de la peor temporada a nivel individual de los últimos seis años. Ninguno va a molestarse en tomar una iniciativa colegiada. No quieren pensar por el otro. Pat Riley desde su despacho no puede hacer más que fichar a Dampier y Spoelstra desde su asiento en el banquillo lo intenta pero no le resulta fácil. Su último recurso ha sido el de la introducción de Chalmers en la rotación (20 minutos de juego en Dallas).
Acaba de pasar Acción de Gracias y la Navidad llega enseguida. Es adviento, no es momento para forzar terremotos. La próxima distracción será la visita del jueves a Cleveland. De aquí al 25 de Diciembre los Heat sólo han marcado en su calendario el viaje a Utah y la visita de los Dallas Mavericks a Miami. La debilidad de estas ocho derrotas actuales es carne roja para los colmillos depredadores de los Cavaliers del jueves o de los Lakers, sus rivales de esa tarde del 25 en la que habrá excusa para por fin poder dejar de hablar con la familia y sentarse frente a la televisión con el volumen alto. El consuelo es que ese día a lo mejor hablas más con tu cuñado/a o tu suegra que Wade con LeBron.

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